¿Cómo empezar un negocio?

Cuando un emprendedor decide iniciar un proyecto profesional, casi siempre se plantea la pregunta ¿Cómo empezar un negocio? y normalmente actúa más movido por el corazón que por la cabeza. Es normal, porque suele ser gente joven o algunos desencantados de una experiencia profesional muy dependiente de equipos o estructuras con los que no se han sentido identificado, e incluso apartado.

Es en este punto de partida donde es muy importante marcar los primeros pasos del proyecto para conseguir darle viabilidad. Existen muchos centros de formación que enseñan como diseñar un Plan de Negocio, te explican cuales son los modelos, que aspectos debes analizar, como hay que cuantificarlos y monetizarlos, analizar la competencia, localizaciones, etc…

Este emprendedor puede ser un profesional de la informática, diseño, marketing, psicología, etc… o alguien que quiera iniciar un proyecto empresarial , por ejemplo, dedicado a la compra-venta de cualquier producto, importación o exportación, fabricación, o sencillamente montar una peluquería o un comercio de venta de cualquier artículo.

En todos los casos, el punto de partida es una idea de negocio o una formación profesional que quieren desarrollar.

Para mí, es encomiable y plausible, ya que ello requiere ambición, ilusión y , sobre todo, asumir riesgos. Es en este último punto “asumir riesgos” donde muchas veces no son conscientes de lo que implica arrancar un proyecto y donde necesitan un apoyo externo que se los delimite. Suelen conocer muy bien su producto o servicio, pero desconocen su propio mercado. Las expectativas de negocio -plasmadas en un excel que ya sabemos que todo lo aguanta- siempre dan un balance positivo, pero a menudo no tienen en cuenta la competencia.

Frases como “nuestro producto o servicio es mejor y por tanto la gente nos lo va a comprar”, ignorando el principio de que “hay que hacer las cosas mejor que los demás para que así nos lo compren”.

Ejemplos de cómo empezar un negocio

En estos casos solemos poner el ejemplo de una calle que tiene dos restaurantes prácticamente contiguos y uno de ellos está siempre lleno y el otro vacío. Seguramente el que está lleno habrá cuidado mejor su imagen, el servicio, habrá contratado mejores cocineros, política de precios, etc… pero seguramente el que está vacío en su día fue uno de estos emprendedores que “su excel” le daba buenas expectativas pero la realidad le confirmó lo contrario.

Además, pudo asumir riesgos excesivos que le acabaron comportando otras consecuencias. La suerte siempre juega, pero no es sólo el único factor.

Emprendedores

En nuestro despacho recibimos a menudo muchos de estos perfiles: Jóvenes, emprendedores con grandes dosis de ambición y convencidos de que “su proyecto” va a triunfar porque el plan de negocio que han confeccionado (siguiendo los parámetros establecidos) así lo confirma. Repito, ilusión encomiable y plausible. Nuestra obligación profesional en estos casos, es analizarlos, reafirmar los puntos fuertes, contrastar números y fuentes de información, etc.. pero sobre todo validarlos , cuando así lo son, o frenarlos cuando vemos que su viabilidad no va a ser posible.

Nuestra experiencia

Nuestra experiencia nos permite posicionarnos de manera lo suficientemente convincente como para que – si confían en nuestro criterio profesional- tomen el camino que les aconsejamos. Si tan sólo pensáramos en nuestro propio interés económico, probablemente hay algunos de ellos que podrían empezar pero con un plazo de caducidad muy corto. En nuestro caso, siempre optamos por criterios éticos y les aconsejamos aparcarlo de momento para, si es posible, retomarlo en un futuro de manera más sólida.

En los casos en que vemos algunos que ya han empezado y que nos llegan por las dificultades que han ido teniendo porque nadie les advirtió en su día, procuramos minimizar los daños e incluso animarles para que , corrigiendo errores, lo intenten en un futuro.

El emprendedor que ya ha fracasado en algunos proyectos tiene siempre ventaja y los posibles inversores así lo valoran. Sería el refrán de que de los errores se aprende pero hay que tratar de minimizar los riesgos, sólo así podemos volverlo a intentar

 

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Sobre el autor:

Miquel Valls

Especialista en Finanzas

Miquel Valls – Asesores Fiscales y Financieros